“¿Adónde está Rubén?" (con la música del coro de la Fania All Stars)

En mi país cada cierto tiempo aparecen críticas de parte de personas que aparentemente se sienten ofendidas o molestas, por el hecho de que no permanezco todo el año en Panamá.

Tal vez piensan que el no sufrir con ellos los diarios tranques vehiculares, la continua intriga politiquera, los cierres de calle, los perennes escándalos, sobresaltos, la falta de agua, la trampa disfrazada de “juegavivo” , tal ausencia me convierte en una especie de traidor. Algunas de estas críticas afirman, sin el mínimo esfuerzo de análisis, que el hecho de no vivir permanentemente en Panamá me impide conocer la realidad de mi país y por lo tanto me descalifica para la participación política.

Otros, con mejores intenciones pero acostumbrados a la forma tradicional de hacer politiquería en nuestro país, consideran que si no hago constantes apariciones públicas, como ir al evento de "Las Mil Polleras", si no realizo repetidas declaraciones en televisión y si no mantengo un alto grado de protagonismo concediendo constantes entrevistas, para opinar sobre opiniones ajenas, en medios escritos y radiales, mi opción hacia el 2019 se desvanecerá.

Revisemos la cuestión: ¿es realmente determinante, para garantizar una participación política eficiente y honesta, el que se haya vivido permanentemente en el país? ¿Porqué, para algunas personas, esa condición constituye una necesidad imprescindible para brindar su apoyo? Si analizamos lo que ha pasado en nuestro país en los últimos años, los políticos que se dedicaron a saquear los fondos públicos, desde el gobierno y desde sus empresas privadas, todos vivieron en Panamá, 24 horas al día, siete días a la semana, 365 días al año. Pero eso no los inmunizó contra la corrupción, ni los hizo querer más a su país, ni los impulsó a informarse de las necesidades del pueblo, ni transformó positivamente la mediocridad de su desempeño público. Estos políticos ladrones, panameños por nacimiento y residentes permanentes, no se vieron transformados en seres honorables por su domicilio; por el contrario, utilizaron como camuflaje un falso nacionalismo y saquearon y traicionaron a su Patria y al resto de la ciudadanía.

Es posible, incluso, que parte de mis críticos no hayan encontrado reparo en votar para Alcalde por un candidato que previamente, y con el mayor de los sigilos, había renunciado a su ciudadanía panameña. O quizás votaron también por un candidato, hoy ex-presidente, que expresó con profundo orgullo que en el mundo en ese momento existían "dos presidentes italianos", jactándose públicamente de tener dos pasaportes, uno de ellos extranjero. Ese también vivía permanentemente en Panamá, 365 días al año, hasta que decidió mudarse al extranjero permanentemente, no por asuntos de trabajo sino para escapar a la justicia, argumentando persecución política.

Algunos ni siquiera me dan el crédito de haber nacido en Panamá y vivido permanentemente aquí hasta los 26 años, ni por haber realizado en mi suelo patrio mis 18 años de vida estudiantil, incluyendo un título universitario en Derecho. Tampoco reconocerán mi servicio público, porque parece que los que denuncian el supuesto abandono de mi suelo panameño, ignoran que me desempeñé, del 2004 al 2009, como Ministro de Turismo de Panamá, trabajando continuamente dentro del territorio panameño, colaborando días, semanas, meses y años con mis paisanos y con las realidades de la sociedad panameña, para producir el demostrado y probado auge que logró el renglón turismo en ese lustro. Es muy probable que en ese período, mi contribución a nuestro país haya sido superior a la de quienes se auto-proclaman más nacionales que yo, por el simple hecho de residir en Panamá toda su vida.

El habitar un país no crea el amor a la patria, ni garantiza que el residente realizará significativos aportes para la sociedad general. Afirmarlo es creer que un extranjero, por el simple acto de residir permanentemente en Panamá, merece más respeto y consideración que el panameño que, por trabajar o estudiar en el extranjero, no mora permanentemente en su Patria. Es afirmar que, "aunque se nos desbarate la República por apoyar a políticos corruptos y ladrones, nos queda la satisfacción de que absolutamente todos vivieron en Panamá a tiempo completo”. La totalidad de los panameños, estoy seguro, rechazamos semejante absurdo.

 

Rubén Blades
23 de enero, 2017

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