Colombia decide.
Ante todo, debo dejar claro que no deseo polemizar, aunque parece imposible evitar la interpretación del plebiscito por la paz en Colombia, como una lucha político-electoral entre el actual Presidente Santos y el ex-presidente Uribe.
De manera que es explicable, aunque no necesariamente comprensible, la polarización existente. El antiguo conflicto armado, que ha cobrado miles de vidas colombianas, ha creado un nivel de amargura en el país que indudablemente ha impactado a toda su sociedad y su geografía.
Los argumentos que se esgrimen a favor del "No", sostienen la inconformidad de un sector apreciable de la población hacia lo que se asume como una rendición por parte del gobierno, al aceptar una amnistía para quienes son considerados responsables por crímenes y vejámenes dirigidos a la población civil, que no olvida sus efectos, ni los perdona.
Las ventajas ofrecidas a favor de la guerrilla, a cambio del cese de sus actividades, contrasta con los reclamos de aquellos miembros de las fuerzas armadas que los opusieron y que hoy sufren consecuencias físicas y mentales por su labor, exigiendo respeto y una mejor atención de parte de un sistema que pareciera los tiene abandonados.
Los defensores del "SI", por otro lado, ven en esta negociación la posibilidad de poner un fin a las hostilidades, una oportunidad única para iniciar la normalización que la vida del país reclama y anhela, a pesar de cualquier decepción que les pueda producir las condiciones que suscribe el acuerdo. El final del conflicto es la meta deseada.
Desde allí pueden y deberán desarrollarse las nuevas reglas y manejarse las consecuencias, incluyendo justicia para las víctimas de la guerrilla y la oportunidad de incorporación de los ex-combatientes a la vida productiva nacional.
En toda negociación, intrínsecamente, existe la limitación al cumplimiento de las expectativas que individualmente posean las partes envueltas en ella. Ambos grupos deberán ceder para producir un resultado que en lo posible favorezca al interés nacional o al bien de las mayorías. Y obviamente el interés nacional transita por el fin de las hostilidades, de las bajas, de los heridos, de la desazón, de la inseguridad, de la polarización nacional.
Considerando todo ello, creo que en este caso las ventajas del "SI" sobrepasan las desventajas del "NO". En todo caso, es a Colombia a quien corresponde la dirección de su propio camino, de su destino.
Un abrazo, y mi respeto al querido pueblo colombiano.
Rubén Blades
New York,
2 de octubre, 2016