Sobre los atentados en Estados Unidos
El horror del terrorismo no discrimina lugar ni horario. La demencia del racista nos puede asesinar en una iglesia, en una escuela, en un concierto, en un restaurante. Nos puede ejecutar en la mañana, en la tarde, o en la noche.
El crimen producido por el fanatismo puede ocurrir en Siria, Venezuela, El Salvador, Afganistán, México… o Estados Unidos. En menos de 24 horas ocurrieron nuevos actos de violencia en dos ciudades del país del norte. Saldo al momento: 31 muertos y decenas de heridos. Solo en 2019 se han reportado alrededor de 250 ataques múltiples en EE.UU. con armas de fuego, con casi un millar de víctimas, cerca de 250 de ellas mortales
En el pasado, estos actos fueron casi siempre atribuídos a algún tipo de enfermedad mental. En el caso del tiroteo de Texas, los comentarios expuestos por uno de los asesinos en una red social hace necesario revisar nuevamente el motivo de estos actos horrendos. Al anunciar que su acto de violencia buscaba responder a la "invasión hispana" en Texas, la impresión que se recibe es la de una persona que con premeditada intención decidió atacar a gente desarmada, con el propósito expreso de hacerles daño, simplemente porque su aspecto era el de "latinos". Es importante observar cuidadosamente esta diferenciación. Un demente no es legalmente responsable por sus actos. Pero un racista sí lo es.
El asesino de El Paso, Texas, y los que como él se jactan de su condición de blancos, ignoran u omiten saber que los "latinos" a los que tanto odian, ocupaban la región antes que ellos. Indígenas y mexicanos fueron los originales habitantes de ese territorio, que luego fue arrebatado a México violentamente en una guerra gestada por anglos que habían ingresado al territorio, primero con permiso de México y luego simplemente como vulgares usurpadores. En Texas los gringos fueron los originales "ilegales". Pero no esperemos que un racista acepte considerar hechos avalados por la historia.
Los cada vez más comunes episodios de esta índole en Estados Unidos, sugieren el lamentable aceleramiento de una descomposición del tejido social en ese país. Hoy no existe ningún área en el entorno civil estadounidense que pueda ser considerada como segura, especialmente si nuestra apariencia física no se asemeja a la de la raza blanca o si hablamos en público un idioma que no sea el inglés. No importa si estamos ilegalmente o no en ese país; también los residentes legales podemos experimentar la misma discriminación y vernos expuestos a la misma violencia. Porque el odio de un racista no hace distinciones. Cuando sale a matar "extranjeros", no pide identificación y no le interesa considerar la posibilidad de abatir a miembros de su propia raza y nacionalidad; de ese tamaño es su odio.
Dentro de la sociedad norteamericana el argumento democrático ha sido desnaturalizado por la inflamada retórica anti-inmigrante de sus autoridades, desde el ejecutivo hasta aquellos responsables por la protección de las garantías constitucionales. En estas circunstancias, el futuro no luce muy esperanzador. No mientras persista la demonización de todos los que no luzcan como anglos, o que no respondan a la imagen, idealizada por los racistas, de lo que debe ser un habitante de los Estados Unidos. Que no quede duda de que la actual situación repite los postulados que el presidente Trump ha expresado en sus reuniones políticas públicas. Él habla de "invasiones" de inmigrantes ilegales, de gente que "no sirve" y que desde "agujeros de mierda"( shitholes), llegan a envenenar la blanca realidad de "su" mundo.
Tales comentarios reafirman un histórico y destructivo criterio, la noción de superioridad racial, que ha sido y es utilizado como justificación para actos de terrorismo doméstico, desde Timothy McVeigh en Oklahoma hasta el recientemente ocurrido en El Paso, Texas. No se sabe aun la motivación tras el acto en Dayton, Ohio, pero el odio exhibido por ambos asesinos hacia seres humanos, desarmados e inocentes, apunta hacia una compartida anomia. La definición de "l'anomie" de Emile Durkheim, descansa en la ausencia de respeto a normas sociales y a la noción de ética. Propone que la expectativa social a cierto tipo de comportamiento se anula cuando el sujeto considera que el estado "normal" de cosas ha desaparecido.
Durkheim también afirmaba que una persona con baja auto estima, depresión, frustración, ausencia de propósito, soledad y desesperación, vería "resuelta" su situación a través de la auto-inmolación. Relacionado a este punto, debe llamar la atención el resultado de un estudio que determina que, en Estados Unidos, la tasa de suicidios de varones entre las edades de 45 a 64 años aumentó en un 45% en los últimos 18 años (1999 al 2017). En el caso de esas personas, dirigieron su anomia contra ellos mismos. Pero los terroristas domésticos dirigen la suya contra terceros y parecen justificarse a través de un viciado argumento político: como el problema lo causan las minorías, eliminándolas, o reduciéndolas, se solucionaría el asunto. Esa fue la misma explicación blandida por Hitler para justificar su "Deutschland Uber alles" (Alemania por encima de todo) y la eventual destrucción de Europa.
Tal vez las evidencias sean suficientes para empezar a explicar lo que está ocurriendo hoy en Estados Unidos. Estos episodios violentos no son históricamente nuevos. Lo que si resulta inédito es el deshilachamiento de la compleja combinación que produjo el experimento democrático y originó a una sociedad única en el mundo.
Lincoln en 1858, sentenció: "a house divided against itself cannot stand" (una sociedad dividida en contra de sí misma no puede sostenerse). En el 2019, la división actual entre el Partido Republicano y el Partido Demócrata de los Estados Unidos se me asemeja a la discusión emocional sobre el tema de la esclavitud, nefasto preámbulo de la horrenda guerra civil que, entre 1861 y 1864, casi destruye la entonces joven república estadounidense. Ese conflicto interno produjo alrededor de 620,000 muertes, casi la misma cantidad de vidas humanas perdidas por los norteamericanos en todas las guerras externas en las que ha participado. En otras palabras, se mataron más peleando entre ellos mismos que peleando contra otros países.
Hoy, la polarización del país se hace cada vez más evidente, sin que se vislumbre acuerdo que permita la preservación del espíritu que llevó a la fundación de esa nación. Dentro del presente contexto, los actos violentos producidos por la anomia y el racismo en Estados Unidos son ayudados por la incapacidad de liderazgo político de un presidente que, en su alienación, se cree capaz de todo, incluso saltar sobre su propia sombra.
Ojalá y prevalezcan los mejores ángeles del espíritu nacional, como rogó Lincoln.
Amanecerá y veremos.
Rubén Blades
New York
4 de Agosto, 2019