Las primarias estadounidenses del 2016
El actual proceso electoral en los Estados Unidos está causando asombro y sorpresa para muchos, y me incluyo. Están ocurriendo eventos que eran imposibles de imaginar dentro de la tradición histórica de esta superpotencia.
Por un lado, Bernie Sanders, un socialista, está causando dolores de cabeza a la señora Clinton, dentro de las filas del partido demócrata. El reciente resultado de la primaria en Michigan, que favoreció al senador de Vermont, debe haber sorprendido a más de uno, y todo indica que el proceso de elección del candidato demócrata va resultar más complicado de lo que se esperaba. Resulta francamente sorprendente que un político que se autodefine como socialista, reciba el positivo aplauso y apoyo moral, personal y económico del pueblo en Estados Unidos, en donde hace solo 63 años se desató una cruel persecución contra supuestos “simpatizantes izquierdistas y comunistas”. El término "lista negra" (blacklist) surge de ese período, uno de los más oscuros en la historia de ese país. Y aunque Bernie Sanders no logre la nominación, su candidatura ha resultado una invaluable oportunidad que sin duda contribuirá a la madurez política del pueblo estadounidense. Su éxito confirma que se han producido cambios importantes en la manera de pensar y de reaccionar políticamente, en el pueblo norteamericano. Barack Obama fue la prueba de que la población votante estaba lista y dispuesta a apostar por un nuevo paradigma. Ahora el partido demócrata está ofreciendo a la población otros dos nuevos paradigmas: la primera mujer presidenta o el primer socialista presidente.
Por el otro lado, el meteórico ascenso político de Donald Trump esta causando sensación y pánico, dependiendo de a quien se le pregunte. El asunto resultaría divertido, de no ser tan seria la consecuencia de una presidencia a cargo de un individuo con ideas como las suyas. Lo cierto es que tiene al Partido Republicano en ascuas, sin saber qué hacer para evitar que Trump continúe su triunfal desempeño en las primarias. Lo que resulta verdaderamente insólito es que la dirección de ese colectivo todavía no entienda que a los votantes no les interesara escoger a los candidatos designados por la élite republicana. No entienden que los pueblos están manifestando su repudio a la partidocracia y a sus representantes y aliados políticos, y por ello se inclinan por los candidatos independientes. Trump les representa algo fresco, porque no obedece a ningún otro interés más que el dictado por su ego. Y el hecho de no necesitar el apoyo financiero de su partido, en esta etapa del camino a la Casa Blanca, le ayuda a reforzar su imagen de independiente. A esto debemos agregar que los otros candidatos del Partido Republicano no han resultado rivales de peso. Los senadores Cruz y Rubio, aunque tampoco representan las figuras que los cabecillas del partido y sus patrocinadores económicos hubiesen preferido como candidatos, reciben el apoyo del partido republicano en un intento de detener el implacable avance del magnate hacia una meta que doce meses atrás lucia tan imposible, como imaginar -hace 30 años- que habría un presidente negro en los Estados Unidos, electo no solo uno, sino por dos períodos.
Lo cierto es que el Partido Republicano tiene una decisión por delante que no le va a resultar fácil de asumir. Si Trump triunfa en la Florida la próxima semana, adiós Marco Rubio y muy posiblemente, adiós Ted Cruz. Eso dejaría al liderazgo del partido frente a la necesidad de crear un candidato artificial, para intentar imponerlo desde el piso de la convención republicana y evitar así la segura nominación de Donald Trump. Pero obviamente no les resultará fácil bajarlo y este escenario, de producirse, luce más enredado que un plato de macarrones.
Si algo demuestra la experiencia que se vive en el 2016, en la antesala del torneo electoral estadounidense, es que el público ya no esta dispuesto a dar su apoyo incondicional a las figuras que las viejas estructuras partidarias deciden clonar, cada dos, o cuatro años para perpetuarse en el poder. El fenómeno es internacional. En Haití, un cantante fue recientemente electo presidente; en Guatemala, hace poco se eligió a un comediante. Hoy, Donald Trump, aun sin poseer ni remotamente la capacidad del actual mandatario Obama, está demostrando que la corriente por el cambio continúa y que los pueblos están hartos del status-quo que aún pretende eternizar la politiquería tradicional y sus aliados económicos e ideológicos.
Rubén Blades
Baja California, México,
10 de marzo 2016