¿Podemos evitar el precipicio?
En la historia de la humanidad, cuando los caminos de la justicia y del debido proceso son anulados por la corrupción institucionalizada, la población afectada, las grandes mayorías que sufren las consecuencias de las injusticias, han encontrado siempre las vías para extirpar el tumor que enferma y amenaza al bien común. Ha ocurrido en todas las eras y en todas las latitudes; unas veces con violencia, otras mediante transformaciones pacíficas. Lo cierto es que el mal será siempre extirpado, pero cuanto más dure el mal, peor será el proceso de curación.
En Panamá no se habla abiertamente de estas cosas, y ese silencio cómplice alienta la continuidad del descaro y la transgresión a la ley, con lo cual aumenta el riesgo de colapso de la verdad y la agudización de la crisis. Los ejemplos históricos son muchos y los hay recientes como lo demuestran Venezuela y Nicaragua. Si no eliminamos pronto las conductas corruptas, la explosión social será inevitable y sus consecuencias podrían ser terribles.
Una parte importante de los correctivos está en manos de la ciudadanía, mediante el ejercicio del voto. Si en el próximo proceso electoral no se elige a un independiente, estaremos acercándonos más al desastre. Los partidos políticos tradicionales han sido y son, todos, cómplices de la corrupción. Lo que está ocurriendo con el manejo abusivo de los fondos públicos, en el caso de la Asamblea, y las alianzas propuestas para perpetuar esos abusos, indica claramente cuál es el propósito de los partidos políticos. Su negativa a aceptar ser investigados, como manifiesta claramente la ley, revela la intención de los partidos de continuar su aprovechamiento indecente, en perjuicio del desarrollo de la sociedad.
No podemos continuar reeligiendo a los mismos sinvergüenzas que conforman y apadrinan esta perversa realidad. Votar a favor de partidos políticos es votar a favor de que nada cambie, de que continúe la criminalidad institucionalizada, protegida por leyes creadas por maleantes disfrazados de funcionarios públicos, que garantizan su impunidad con la anuencia de un Órgano Judicial también penetrado por la corrupción, como ha quedado demostrado en casos recientes.
Nuestra decisión electoral en el 2019, tomada a conciencia, con responsabilidad, pensando en el futuro de nuestros hijos y nietos, representara la ultima oportunidad para que nuestra sociedad enderece el rumbo. Si vuelven a ganar los de siempre, estaremos en la antesala de una convulsión social imprevisible e incontenible, sin precedentes en nuestra historia y con consecuencias insospechadas para Panamá.
Rubén Blades
1 de julio, 2018