Puerto Rico
A lo largo de la semana pasada, miles de puertorriqueños se han manifestado en marchas públicas para exigir la renuncia del gobernador de la isla, Ricardo Roselló. El repudio masivo a la gestión del gobernador Roselló se ha dado también a través de opiniones que airadamente critican a su administración desde las redes sociales. El detonante de este movimiento de oposición a la gestión del actual gobernador ha sido la publicación de una serie de "chats" intercambiados entre el gobernador Roselló y subalternos, amigos, copartidarios y ex-funcionarios. La magnitud y composición heterogénea de las protestas recuerda lo de Vieques, cuando todo el pueblo de Puerto Rico armó un frente común oponiéndose a la presencia de la marina norteamericana allí, movimiento que determinó el reintegro de la isla de Vieques a la jurisdicción de Puerto Rico.
Como hago siempre antes de emitir opiniones, he intentado informarme para poder fundamentar mi posición en hechos y no en suposiciones o especulaciones. He leído los reportes acerca de los temas de los mencionados “chats” que se consideran más importantes. He leído también diversas opiniones expresadas en las redes sociales. Mi primera reacción es que no me causa sorpresa nada de lo que expresaron, tanto el gobernador como sus "brothers". No me sorprende porque ya hemos visto en otros gobernantes de toda nuestra América esos mismos desafortunados atributos: la homofobia, la misoginia, la mediocridad y la ignorancia. No es solo en Puerto Rico, sino en Estados Unidos y otros países del resto de América. Escoja usted.
Tampoco creo que los otros gobiernos que periódicamente se disputan el protagonismo político en la isla, necesariamente hayan sido más iluminados, más inteligentes, o hayan demostrado menos prejuicios que el demostrado en los "chats" expuestos.
En este sentido, estoy en completo acuerdo con las reacciones de condena y las protestas públicas en respuesta a la inexcusable conducta del ejecutivo.
He escuchado toda mi vida que el poder corrompe. Yo creo que el poder sólo desenmascara al que es ya corrupto. Por eso, más allá de la pública exposición de ocultas agendas y de lo que parece ser la real opinión de los participantes en esas tertulias, lo que necesita ser examinado de forma total y objetiva es el aspecto de la corrupción oficial, que determina la mediocridad e incapacidad administrativa sugerida, o demostrada, en los intercambios epistolares "jaqueados", hoy hechos públicos. A mi entender, las masivas manifestaciones anti-Roselló no solo demuestran la falta de confianza y de apoyo de un importante sector de la población puertorriqueña, sino que también desde el Norte, desde el poder que hoy por hoy define y controla la posibilidad nacional de Borinquen, se han hecho serios señalamientos que alimentan la sospecha ciudadana de que el actual gobierno no solo se ha limitado a insultar a sus adversarios, o a despotricar en privado en contra de quienes no le manifiestan pleitesía, sino que se sospecha de malos manejos de fondos públicos y ese es un argumento que merece ser expuesto, ventilado y aclarado en forma total y transparente.
Antes de que me acusen de entrometerme en asuntos ajenos, aclaro que solo me anima el sano propósito de contribuir al debate, exponiendo un argumento más cercano a la necesaria objetividad, puesto que no proviene de una postura partidista o parcializada. Pero por otro lado, como persona que ha fungido como servidor público, y como latinoamericano, la naturaleza de este escándalo me afecta, como seguramente perjudica a todos los que en cualquier lugar de America o del mundo, asumen o hemos asumido la responsabilidad de administrar bienes y servicios en representación de la Nación. En mi caso, durante cinco años estuve encargado de una institución gubernamental que recaudaba sus propios fondos y que contribuyó al producto interno bruto panameño con más de dos mil millones de dólares en el 2009. Seguramente muchos otros funcionarios en América Latina han pasado por el gobierno y lo han hecho de manera honesta y eficiente.
El gobernador en Puerto Rico es un servidor público de alto rango, semejante al de un presidente en cualquier otro país latinoamericano. No describimos entonces a un funcionario común. Definimos a la persona investida con el poder más grande dentro de la estructura política que rige a la hermana nación puertorriqueña. Su representación no solo abarca el ámbito político: también incluye la imagen de la patria, dentro y fuera de su territorio. Y también define, justa o injustamente, la percepción nacional e internacional del carácter de su pueblo, de su honor y virtud. No resulta entonces suficiente el aparentar seriedad en el manejo administrativo del interés común: también hay que demostrarlo con hechos virtuosos y con actos honestos e inclusivos. El gobernante que privadamente exhiba muestras de irrespeto o ausencia de empatía hacia cualquier sector de la población a la que dirige administrativamente, pondrá en entredicho su legitimidad al eliminar con su actitud la necesaria representatividad que resulta implícita en su mandato. No solo debe molestarnos la evidencia de su falta de educación o de su vulgaridad al expresarse. También debe molestarnos la ausencia de virtud en el manejo de su poder y del bienestar nacional; debe preocuparnos su intolerancia a las diferencias, vengan de donde vengan, y debe insultarnos su tolerancia y complicidad en la corrupción, mediocridad y discriminación, su sesgada definición de lo que es ser un "brother", ese alguien merecedor único de su consideración. Ningún mandatario serio puede actuar así.
Negarle a un país la calidad de un criterio imparcial, inclusivo, inteligente y honesto es apadrinar la corrupción, negligencia, mediocridad, despilfarro y malversación del recurso público. Eso es no solo censurable, es criminal cuando ocurre en momentos de emergencia nacional, como el que vive Puerto Rico, primero por la deuda y ahora por la devastación causada por el huracán "María". El más elemental sentido de humanidad y de responsabilidad política nos conduce a considerar imperdonable, intolerable e inexcusable la incapacidad administrativa, en medio de semejante urgencia. Lo que se necesita es la visión, integridad y espíritu de un liderazgo capaz de inspirar a un país a levantarse luego de una desgracia como la experimentada en Borinquen.
A mi entender, no es solo el contenido de esos "chats" lo que debe indignarnos, sino lo que yace en el fondo de ellos. Es la ausencia de respeto al deber público, la falta de probidad y transparencia en el manejo de los fondos nacionales y la debida representación de todos los sectores que componen a la población, sin excluir a nadie por razones de edad, sexo, orientación política, o posición económica y social.
Pero ocurre que en nuestros países, con cierta regularidad, la indignación popular como consecuencia de la mala administración del bien común es como un fósforo; de pronto se enciende, ilumina por unos segundos nuestras conciencias y luego se apaga y volvemos a la oscuridad de antes. Ojalá en este caso, las justas y oportunas manifestaciones de indignación popular en Puerto Rico, sean la luz que encienda una antorcha para ayudar a encontrar la salida necesaria para problemas nacionales imposibles de evadir, desde la impagable deuda pública, a la definición final del status político de la isla. Y por favor, notemos que la irresponsabilidad administrativa no es el único componente de la crisis que hoy motiva este escrito: nuestra irresponsabilidad cívica, nuestra desidia y alcahuetería ha envalentonado, creado y sostenido esos desmanes que hoy denunciamos y repudiamos en Puerto Rico.
Señor Gobernador: ayude a Puerto Rico a crear el destino que merece, un argumento abonado con la inteligencia de Betances el sacrificio de Albizu y la constancia de los que diariamente se levantan muy temprano para trabajar y se acuestan tarde, esas madres y padres que mueren sin vacaciones y que nos dejan un ejemplo de esfuerzo y tenacidad, esas almas que por sobre ideologías o partidos creen en la fuerza del espíritu para crear un camino, el de todos, incluyéndolo a usted. El país reclama un nuevo liderazgo. El suyo ya no parece convencer a la ciudadanía. Renuncie entonces, Sr. Roselló, y permita al país sobrevivir.
Rubén Blades
22 de Julio, 2019
#RickyRenuncia
(Texto revisado y actualizado 23 de julio, 201)