Después de la cumbre

Hasta ahora, generalmente me ha parecido que las reuniones presidenciales de nuestro continente producen más oportunidades para protagonismo político que resultados capaces de crear consecuencias significativas para nuestras sociedades. En el caso de la reciente "Cumbre" en Panamá, sin embargo, podemos anotar que la diferencia con cualquier otra antes celebrada, ha sido el cordial acercamiento entre los gobiernos de Cuba y de Estados Unidos, luego de una distancia de 56 años, plagada de retórica hostil y de públicas acusaciones y ataques. Por ese resultado, esta Cumbre me ha parecido trascendente.

Las razones para que ocurriera este deshielo diplomático parecen evidentes. No solo el estrepitoso fracaso que ha representado el bloqueo de Estados Unidos a la isla, estrategia que en vez de crear el debilitamiento de la dictadura en Cuba, lo único que logró fue castigar a su población y brindarle al gobierno una “razón” para explicar sus posibles fracasos y para justificar el uso de la represión. La estrategia de aislamiento, planteada por los gringos como una legítima preocupación por la justicia y los derechos humanos, crea una contradicción hipócrita en la política externa del vecino norteño, a quien parece no importarle lo mismo con las transgresiones a los derechos humanos cometidas por otros países como China, por ejemplo, con la cual mantiene relaciones a pesar de sus violaciones a los derechos fundamentales, la invasión y avasallamiento del Tíbet o la represión, que se pueden calificar de extremas comparadas con cualquier cosa ensayada por el régimen cubano. 

El presidente Barack Obama -de quien considero pasará a la historia como uno de los mas inteligentes que ha tenido su país, aunque ello no lo haga en ocasiones menos contradictorio en sus acciones- parece comprender la necesidad de establecer una conexión que permita, a los intereses que él representa, tener acceso a lo que va a ocurrir en Cuba una vez se produzca la desaparición de sus principales líderes. Los Castro ya están, diría un hípico, "en los últimos trescientos metros" de su vigencia política activa. Su salida del poder va a producir consecuencias que demandarán una actitud y estrategia distinta, y en tal sentido, los dirigentes estadounidenses se preparan para no quedarse por fuera de lo que será un nuevo orden que, por consideraciones básicas de geopolítica y economía, requieren de su atención y esmero. 

Aunque la nomenclatura en Cuba anuncie que las cosas seguirán como antes, la realidad apunta en otra dirección. Y es que para el gobierno cubano también existen motivos de urgencia que justifican su aquiescencia a un cambio. Tanto Fidel como su hermano Raúl deben ser conscientes de que, por desagradable que sea, el final se acerca y lo que les resta es intentar influir ahora en el curso que van a tomar los hechos del futuro inmediato, aceptando que ninguno de los dos podrá estar presente, ni podrán mantener su actual capacidad de control y liderazgo conductor.

Por otro lado, los subsidios y ayudas que recibe Cuba a través de aliados como Rusia y Venezuela, están amenazados por los problemas económicos y políticos que hoy atraviesan los gobiernos de esos países. La cancelación inminente de tales apoyos podría producir en la isla otra versión del cataclismo que representó el llamado "periodo especial", cuando la desaparición de la URSS detuvo la incipiente mejora que experimentaba la población y alteró sus expectativas de calidad de vida. La hambruna que desató la súbita desaparición de recursos aun se recuerda amargamente. A diferencia de hace décadas, dudo que el pueblo cubano esté dispuesto hoy a excusar y soportar la repetición de tal angustia con igual resignación.

Las consecuencias objetivas, tanto para los Estados Unidos como para Cuba serán, por donde se examine el asunto, positivas. No considero que lo mismo puedan esperar países como Puerto Rico y la República Dominicana. Puerto Rico, en especial, me luce más vulnerable al resultado de la nueva realidad Cuba-Estados Unidos, no solo por estar actualmente atravesando la crisis económica más seria de su existencia, si no porque parece no contar con una estrategia clara que le permita enfrentar necesidades primarias, en caso de emergencia, desde la capacidad de alimentar a su país produciendo sus propios alimentos, hasta la de un diseño administrativo que produzca la sustitución de ingresos perdidos, en el evento en que las actuales condiciones de subsidios y ayudas federales que recibe del Norte sean drásticamente reducidas, o interrumpidas.  

La decisión asumida por los Estados Unidos hace más de setenta años, de mantener bases militares, aéreas y navales en el mundo, resulta un gasto innecesario en este nuevo siglo de drones, submarinos atómicos, misiles intercontinentales y computadoras. Una explicación para la continuidad de la tutela estadounidense sobre Puerto Rico fue la existencia de una Cuba hostil al interés norteamericano en el área, un enemigo localizado a escasas millas del territorio continental, requiriendo de un monitoreo constante y cercano. La inminencia de cambios en La Habana hace hoy menos factible y más onerosa la continuidad de la pasada política estadounidense, no solo frente a Cuba si no también frente a Puerto Rico. El final de la percibida amenaza convierte a Borinquén en algo dispensable, política y económicamente, en el futuro cercano.

Consideremos que ya no parece imposible que Estados Unidos se encuentre dispuesto a devolver a Cuba la jurisdicción y control sobre el territorio de Guantánamo. Siguiendo esa línea, tampoco nos debe parecer imposible que considere entregar a Puerto Rico su independencia para así consolidar el legado de un presidente que antes de terminar su mandato, decide poner fin a los dos ejemplos más evidentes del pasado y presente "imperial" de su país, en el área Caribeña y América.

Para República Dominicana, el mayor problema inmediato ocasionado por el fin del bloqueo a Cuba y su apertura económica será definir cómo y con qué sustituir la merma a sus ingresos en el sector turismo, renglón de contribución importante al PIB del país. El mundo hará de Cuba su punto de interés destinatario y las consecuencias económicas se harán sentir en toda el área. Si bien inicialmente la súbita posibilidad de actuar y escoger traumatizará al sector popular cubano, por no llamarlo privado aún, su recuperación será rápida y contundente. Mejor preparados educacionalmente, con ansias ahora liberadas de competir, y con la paciente experiencia que hizo ganadoras a sociedades antes destruidas como Japón, Alemania y la Unión Soviética, NADA va a detener el futuro triunfo de Cuba en todas las áreas en las que decida incursionar, una vez el actual sistema y el modelo marxista-leninista que lo sostiene, se desmoronen. Para los que aun no lo consideren, o pretenden soslayar, el verdadero efecto y legado de la revolución cubana comenzará a manifestarse con toda su fuerza en ese momento, precisamente.

¿Y que haría Puerto Rico? ¿Tienen mis queridos hermanos en la Isla un plan de contingencia, consensuado nacionalmente y con el apoyo de todos sus grupos políticos, incluyendo a los que abogan por la Independencia, por el Estado Libre-Asociado y por la estadidad?  Si se mantiene el status del "Estado Libre Asociado", ¿como enfrentarán las consecuencias de una Cuba abierta y competitiva? ​ ​Y, más grave aún, ¿cuál será la estrategia a seguir si el gobierno de los Estados Unidos se retira unilateralmente de su presente relación con Puerto Rico y la obliga a enfrentar una independencia forzada? 

Espero que alguien con el poder de tomar acción, haya considerado las posibilidades que describo en este artículo. En todo caso, estas nuevas realidades me resultan menos fantásticas de lo que hubiera sido predecir el fin de la Unión Soviética, o la caída del muro de Berlín. Ambos episodios, en apariencia repentinos, tenían en realidad décadas de gestarse aunque pocos consideraron su posibilidad.  

Creo que la vida viene con el futuro en sus brazos, corriendo, a sorprender a la sorpresa.

 

Rubén Blades
9 de junio, 2015

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