La cancelación del referendum en Venezuela
Para lograr la sostenibilidad del planeta y con ello la supervivencia de la especie, necesitamos, hoy más que nunca, de toda nuestra voluntad para obligarnos a actuar basados en el buen criterio y el raciocinio.
Los seres humanos estamos actuando de manera irresponsable, como intrusos, contribuyendo constantemente a destruir todo lo que otros construyen, movidos por lo que parece una sed de protagonismo individualista contrario a la solidaridad. Continuamos en una carrera que aparenta ser impulsada por el afán de adquirir lo que no necesitamos y en el satisfacer nuestro egoísmo, en detrimento de la posibilidad de un mejor futuro para todos. Nuestros actos y omisiones irracionales e irresponsables han creado un peligro real y potencialmente fatal.
Uno de los ejemplos más evidentes de esta ausencia de responsabilidad, es la actitud auto-destructiva que define al actual conflicto que aflige a la democracia venezolana. En los últimos días, frente a una creciente ola de rechazo nacional a su mandato, el presidente Nicolás Maduro ha optado por ignorar su propia Constitución, la misma que hizo posible su acceso al poder y su existencia política. Frente a la medida propiciada por una importante representación ciudadana, de solicitar un escrutinio nacional para determinar la permanencia de su mandato, el presidente Maduro ha rehusado aceptar la validez de tal consulta, un recurso consignado en la Constitución, haciendo ver que corresponde al Órgano Judicial, de manera independiente, la responsabilidad por la reciente decisión de rechazar la iniciativa de referendum.
La aprehensión del presidente Maduro frente a un posible rechazo a su gobierno, lo lleva a una postura que contrasta dramáticamente con la forma en que su antecesor y promotor político, Hugo Chávez, enfrentaba este tipo de reto electoral. Chávez aceptó una y otra vez el riesgo de plantear su concepto y visión de gobierno a través de una elección sometida a las pautas constitucionales. Tal era la confianza que tenía en que el pueblo apoyaría su argumento. El presidente Maduro, en cambio, al entorpecer la posibilidad de realizar el referéndum, brinda la impresión de que lo hace por dudar de sus
probabilidades de ganarlo.
Su denuncia de que hasta "un 30%" de los casi dos millones de firmas presentados por los proponentes del referéndum revocatorio representan a personas fallecidas, olvida aclarar que no son los muertos sino el otro 70%, los que aún sobreviven, los que deben contarse para la decisión del referéndum.
La negativa del gobierno a respetar lo que su Constitución proclama como un derecho del pueblo, la discusión pública sobre la posibilidad de la continuidad o sustitución de su actual administración, afirma la percepción de que en Venezuela la Ley es un cosmético que se aplica solo cuando su interpretación coincide con la intención y la voluntad de la ideología oficial imperante. Por eso, a pesar de ser un gobierno electo a través de un proceso democrático, sus reacciones se asemejan cada vez más a las de una clásica dictadura y no a las de un estado subordinado al imperio de las leyes. La desaparición de las limitaciones y balances que establece una verdadera democracia proclaman la desaparición de un régimen de derecho y su reemplazo por un orden que se sustenta en factores supuestamente ideológicos y no en la voluntad expresa de la ciudadanía.
Este tipo de actitud y de acción generalmente despoja de autoridad a cualquier gobierno, afecta su gobernabilidad y crea dudas sobre su legitimidad. La autoridad se otorga, no se impone. La intimidación, el encarcelamiento y la persecución de opiniones distintas a las del gobierno, la violación de la libertad de expresión y la supresión de los derechos civiles no contribuyen a crear a un mejor país, o un mejor mundo. ¿Qué tan difícil es entender esto? Los grupos que critican y se oponen al desastroso estado de cosas en Venezuela -sin entrar a considerar sus intenciones particulares- parece que han procurado cumplir con las normas establecidas en su Constitución, al presentar sus propuestas y posiciones de manera racionalmente argumentadas, con apego a las normas legales, a sus plazos y condiciones.
Por su parte, el gobierno venezolano parece embriagado con una especie de "chicha" ideológica y no termina de aclarar, no termina de resolver la situación nacional, y en su lugar parece optar por el camino de la alienación de sus contrarios -algo que ha ocurrido de manera desafortunada en toda la historia política de la humanidad- actitud cuya consecuencia produciría un juicio final terriblemente alejado del principio salomónico.
Tal actitud nihilista parece desconocer los argumentos de Bolívar y Chávez, figuras que el oficialismo ha utilizado como estandarte.
Constituye un irrespeto a la misma Venezuela, al dejarla sin posibilidades de que pueda, como sociedad democrática, superar esta dura prueba a la que está siendo innecesariamente sometida. El camino correcto, como lo veo, es el retorno a la institucionalidad y al respeto y consideración del derecho ajeno, todo orientado hacia la defensa del interés nacional. La voluntad del electorado debe ser siempre considerada. La negativa del Presidente Maduro, a reconocer la solicitud popular para que se convoque a un referéndum nacional que defina el futuro de su mandato, crea otro argumento para explicar el deterioro de su credibilidad política.
La crisis existente. aunque grave, aun puede ser solucionada, de existir la voluntad para hacerlo.
El que esta en un hoyo y quiere salir de el, lo primero que debe hacer es dejar de cavar. Por eso, suelte la pala, Comandante.
Rubén Blades
Lima, Perú
22 de octubre, 2016